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Informe del Defensor del Pueblo del ejercicio 2020


Apartado 8: Sanidad (pág. 414)

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A continuación, se ofrece un breve repaso a esos aspectos de fragilidad del Sistema Nacional de Salud, tratados por la institución en los últimos años y que, ante la irrupción de la pandemia, han provocado fallas y quiebras:


- La fragilidad de los servicios de urgencias hospitalarios. Una somera conclusión es que no hacía falta una pandemia para que muchos de estos servicios se encontraran al borde del colapso, por la gran carga asistencial que soportan cíclicamente cada año (epidemia estacional de la gripe, periodos vacacionales, etc.). Esta situación fue objeto de un estudio conjunto de la institución con los defensores del pueblo autonómicos y cabe remitirse a sus conclusiones. En las peores semanas de esta crisis, en las urgencias hospitalarias de muchos hospitales, y de forma extendida en los demás servicios críticos, se vivió un escenario de catástrofe.


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La primera ola de esta pandemia emergió con la rápida saturación de los servicios hospitalarios de urgencias, de las camas de agudos y puestos de UCI (que se estiraron todo lo posible en un esfuerzo encomiable, propio de la medicina de catástrofe), pero había desbordado previamente los servicios de atención primaria, dotados con plantillas muy ajustadas. Al inicio de la segunda ola, la atención primaria, aún no recuperada, se vio de nuevo desbordada, al tener que asumir toda la carga asistencial ordinaria y las tareas adicionales de vigilancia epidemiológica, allí donde las administraciones autonómicas no han dotado convenientemente los servicios de salud pública y prevención. Prácticamente sin solución de continuidad, sin haberse reducido suficientemente el número de contagios, se alcanzó la tercera oleada pandémica, según lo definen muchos expertos, con los centros de salud y su personal más agotados.


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En el informe anual 2019, el Defensor del Pueblo volvió a advertir que, tras la crisis económica, no se habían recuperado todavía los presupuestos sanitarios de las administraciones públicas, con consecuencias negativas: reducción de plantillas, paralización y contratos menos estables, reducción de salarios y peores condiciones laborales, reducción en la inversión en equipos y en obras de mantenimiento.


En ese documento, se subrayaban como problemas serios las listas de espera demasiado largas y las urgencias con frecuencia saturadas; una presión asistencial muy alta; restricción de algunos servicios; escasez de profesionales en algunas especialidades y territorios, especialmente en la atención primaria; desmotivación de los profesionales, envejecimiento del equipamiento tecnológico y problemas de mantenimiento de los hospitales, sobre todo los más antiguos.


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Además, el traslado del personal sanitario a otros destinos durante la pandemia ha tenido como consecuencia cierres de consultorios y de servicios de urgencias de atención primaria, lo que ha supuesto la derivación de la atención de sus pacientes bien a otros centros sanitarios afectados también por la escasez de personal y por la falta de cobertura de las plazas de profesionales durante sus permisos reglamentarios, bien a servicios de urgencias hospitalarias, incrementando la demanda asistencial sobre estos.


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8.1.4 Conclusiones remitidas a las administraciones sanitarias

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9. Es imprescindible al mismo tiempo afianzar la estructura hospitalaria, dado que esta pandemia, u otras que puedan venir, ha demostrado que es capaz de saltarse todas las líneas de defensa. Entre otras cuestiones, el sistema hospitalario debe proveerse en este momento y con carácter estructural de un mayor número de camas de atención intensiva por habitante, y consolidar y dar estabilidad a los servicios de urgencias. Esto requiere material y equipamientos tecnológicos, pero sobre todo personal médico y de enfermería especializado.


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